Entre muchos de los temas tratados en la porción semanal de Re'e, la Torá nos enseña acerca de un "falso profeta".
Un "falso profeta" se refiere a una persona que parece digna de profecía. No parece ser un loco, una persona de mente débil o una mala persona. Se refiere a alguien que, según nuestra información inicial, parece ser digno de profecía. Sin embargo, cuando habla, su profecía contradice la Torá como la ley de Moisés. Por ejemplo, si enseña a adorar a otros dioses, a alterar la Torá o a abolir la Torá, la Torá nos enseña que, a pesar de todas las indicaciones anteriores, esta persona es de hecho un falso profeta.
En la porción de esta semana, aprendemos que no hay nada que temer de una persona así. Se nos instruye que incluso si realiza una señal o un milagro como prueba de su misión, se nos dice que ignoremos su profecía como falsa. Sorprendentemente, no porque no tenga poderes. De hecho, es posible que alguien no solo tenga “poderes” extraordinarios, sino que Dios mismo ayude con su mano a llevar la buena noticia al mundo, y por lo tanto le dé cierta habilidad extraordinaria.
A pesar de los 'supuestos' milagros, este 'falso profeta' no logrará convencer a los israelitas. Esto se debe a que todo el Pueblo de Israel estuvo en el monte Sinaí. Dios reveló la Torá. Nunca ha habido una persona en el mundo capaz de provocar un evento que sea comparable en valor o impacto a lo acontecido en el Monte Sinaí. Aquí, en el parashá Re’e, la Torá nos dice que las señales y los milagros realizados por tal profeta, que contradice la Torá, vienen solo para probar si amamos a Adonai, el Creador, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma. Así, el pueblo de Israel está protegido de cualquier influencia religiosa, mística o de otro tipo que venga a negar o contradecir las enseñanzas de la Torá de Moisés. Esto es lo que atribuye al Pueblo de Israel la condición de guardianes, cuyo papel es el de preservar la autenticidad de la palabra de Dios para el mundo entero.