La Torá, en el parashá Balak, nos habla de uno de los más grandes profetas de la historia, un profeta de entre las naciones del mundo: Balaam, hijo de Beor. Era tan grande que nuestros sabios comentaron que aunque está dicho: "Y no hubo otro profeta que se levantó en Israel como Moshé" (Deuteronomio 34:10), entre las naciones, sí surgió tal profeta, y fue Balaam, hijo de Beor. Pero el destino de Balaam fue amargo porque intentó dañar al pueblo de Israel.
Vemos algo extraordinario en Balaam: a pesar de su intención de maldecir a Israel, finalmente los bendice. Bendice a Israel porque en él residen dos sentimientos encontrados: por un lado, admira al pueblo de Israel y, por otro, precisamente por esta admiración, tiene celos de él. Por tanto, no tiene otra opción; quiere maldecirlos, pero termina bendiciéndolos.
Esta complicada actitud hacia el pueblo judío se puede observar a lo largo de la historia entre las naciones del mundo. El hecho de que el pueblo de Israel fue elegido entre todas las naciones para beneficio de las naciones: "Y todas las familias de la tierra serán benditas en ti" (Génesis 12:4) es reconocido por la humanidad, a veces conscientemente, a veces inconscientemente. Pero al final, este conocimiento existe y, paradójicamente, provoca cierto tipo de antisemitismo.
Por ejemplo, dentro de una familia, un niño demasiado favorecido por sus padres, a veces puede sentir la necesidad de tomar represalias contra ellos por su extremada amabilidad. Todo psicoanalista está familiarizado con este fenómeno. Esto puede estar relacionado con Balaam, hijo de Beor, que quería maldecirnos.
Cuando entramos a la sinagoga, recordamos específicamente las palabras de Balaam, como está dicho: "¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Yakov, y tus moradas, oh Israel!" (Números,24;5) Esencialmente, la presencia de la profecía entre las naciones y su mención dentro de la Torá trae esperanza a la humanidad de que la abundancia de inspiración divina derramada sobre Israel también influirá en las naciones del mundo.
En uno de nuestros antiguos Midrashim, Tanna D'bei Eliyahu, se dice: Doy testimonio por los cielos y la tierra (Eliyahu afirma una verdad universal entre los israelitas y los gentiles, independientemente de su religión o etnia), entre hombres y mujeres ( sin importar el género), entre los sirvientes y sirvientas (sin importar el estatus social), todo según sus obras - reposa sobre ellos el Espíritu DIVINO.
Para resumir, Eliyahu afirma que el Espíritu Divino descansa sobre una persona en función de sus acciones, no de su identidad o circunstancias. Por lo tanto, esperamos que el abundante Espíritu Santo descienda del cielo sobre Israel y el mundo.