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Capítulo 4, Parte 1, "Brit Shalom" por el Rabino Uri Cherki

Hola, hoy comenzamos un nuevo capítulo en el libro "Brit Shalom", el cuarto capítulo.

El cuarto capítulo trata sobre un mandamiento que a primera vista puede parecer esotérico y no muy relevante en nuestro tiempo: las leyes de la blasfemia, o como se lo denomina en un lenguaje más refinado, "bendecir el Nombre" (un eufemismo para maldecir a Dios).

Sin embargo, veremos que alrededor de esta prohibición formal de la blasfemia, hay muchos temas relacionados que están profundamente conectados con este tema. Es por eso que se han incluido aquí, debido a su relevancia fundamental.

Primero, he traído dos versículos: uno de los Salmos y otro de Levítico.

 

¿Por qué comenzar con un versículo de los Salmos? Después de todo, la Torá tiene un significado mayor y un estatus más alto.

La razón es que los Salmos expresan la idea de una manera positiva. Es cierto que tengo prohibido maldecir a Dios, pero ¿qué debo hacer en su lugar?

Debo alabarlo.

Por eso he traído el versículo:

"Alabad al Señor, todas las naciones; ensalzadlo, todos los pueblos" (Salmos 117:1).

Por otro lado, está la prohibición halájica formal:

"Cualquier persona que maldiga a su Dios cargará con su pecado" (Levítico 24:15),

que presenta la restricción legal. Sin embargo, si aprendemos que la blasfemia está prohibida, también implica que es sumamente apropiado bendecir y dar gracias.

Ahora, comencemos con las leyes formales.

Sección A:

"Tanto a los noájidas como a los israelitas se les prohíbe blasfemar o maldecir al Creador del mundo".

Esto significa que no se debe hablar irrespetuosamente acerca del Santo, Bendito Sea. Esta ley se deriva del versículo:

"Cualquier hombre que maldiga a su Dios" (Levítico 24:15).

La ​​frase "Cualquier hombre" incluye tanto a judíos como a no judíos.

Sección B:

Esta sección también explica la idea fundamental detrás de este mandamiento.

La esencia de este mandamiento es rechazar una visión pesimista del mundo que ve solo maldad en el mundo de Dios y tiende a culpar al Creador.

Según el Talmud, este mandamiento ya fue dado a Adán, el primer hombre, y es un valor fundamental de la existencia humana.

Por lo tanto, la prohibición contra la blasfemia no solo se trata de evitar la falta de respeto hacia la santidad, sino que también sirve para enseñarnos a mirar el mundo de Dios con una perspectiva positiva, sin importar las circunstancias.

La esencia de las leyes de la blasfemia es rechazar una visión pesimista del mundo que ve solo maldad en el mundo de Dios y tiende a culpar al Creador.

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