Hola, estamos nuevamente en el Capítulo Seis del libro Brit Shalom, y tratamos asuntos familiares según la Torá de Moisés. En primer lugar, la importancia del mandamiento de la procreación: traer más almas al mundo.
Aquí les comparto una cita: cuando el Santo, bendito sea, creó al hombre y a la mujer, está escrito: «Y Dios los bendijo, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla».
De igual manera, después del Diluvio, bendijo a Noé y a sus hijos, como está escrito: «Y Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra».
Pues es la voluntad del Santo, bendito sea, que la raza humana crezca, para el asentamiento y el cultivo del mundo, como dijo el profeta: «No la creó como un desierto; la formó para ser habitada».
En efecto, los sabios de Israel discrepaban sobre si existía una obligación formal, un mandato explícito para que los hijos de Noé trajeran descendencia al mundo. Pero en realidad no importa, porque es evidente que la intención del Creador es que la humanidad se multiplique.
Por lo tanto, en nuestras oraciones, decimos de Noé que el Santo, bendito sea, lo bendijo para que su descendencia fuera tan abundante como la arena del mar y el polvo de la tierra.
Los sabios dijeron: «Quien no se dedica a la procreación, quien no desea traer hijos al mundo, es como si derramara sangre y disminuyera la imagen divina». La «imagen» se refiere a la manifestación de la presencia divina en el mundo.
Y además dijeron: «Quien vive sin esposa vive sin alegría, sin bendición, sin bondad, sin paz, sin Torá y sin protección; ni siquiera se le llama ser humano, como está escrito: “Hombre y mujer los creó, y les puso por nombre Adán”». El nombre Adán no se refiere solo al hombre ni solo a la mujer; ambos juntos se llaman Adán.
Aquí les comparto una cita: cuando el Santo, bendito sea, creó al hombre y a la mujer, está escrito: «Y Dios los bendijo, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla».