No poseemos un sentido de superioridad arrogante, sino que más bien tenemos la responsabilidad de reparar el mundo. A diferencia de otras tradiciones que reivindican un papel universal, pero convierten a sus adeptos en imperialistas, imponiendo su identidad a los demás, el judaísmo no busca anular la riqueza cultural de los pueblos. Al contrario, se contenta con el papel de irradiar en lugar de dominar.