Hola, continuamos con el cuarto capítulo del Brit Shalom sobre las leyes de la blasfemia.
Hemos completado la sección halájica formal obligatoria. Ahora bien, hay leyes adicionales que se aplican solo a los judíos, pero dado que existen, también son relevantes para los descendientes de Noé.
Por ejemplo, cuando un judío escucha una blasfemia (cuando alguien profiere una maldición usando el nombre del Santo, Bendito Sea), la ley judía establece que debe rasgarse la vestimenta. ¿Qué significa rasgarse la vestimenta? Significa hacer un desgarre en la camisa de una profundidad de tefaj (un palmo menor), que son unos 8 cm.
Esta práctica no es obligatoria para los descendientes de Noé, pero en la sección 6 se establece: "Quien escucha una blasfemia debe rasgarse la vestimenta debido a la gravedad del acto". En otras palabras, lo que es obligatorio para los judíos es una buena práctica para cualquiera que exprese su conmoción al escuchar tales palabras rasgándose la vestimenta.
Además, no se debe faltarle el respeto al Creador, incluso si no existe un castigo formal por hacerlo. Esto incluye no dañar los libros sagrados, los nombres sagrados ni las sinagogas.
Por ejemplo, quien profana el Tanaj, el Talmud o cualquier cosa que lleve el nombre del Santo, Bendito Sea, o una sinagoga, o el sitio del Templo en Jerusalén; estos actos se consideran inapropiados porque son una afrenta al honor del Creador.
De igual manera, con respecto al uso del nombre de Dios: nunca pronunciamos su nombre real, pero sí usamos nombres que se refieren a Él. Por ejemplo, el nombre de cuatro letras compuesto por Yud, Heh, Vav y Heh; no lo pronunciamos, sino que lo sustituimos por Adonai o Elohim.
¿Se pueden decir estos nombres en cualquier situación? Aquí, en la sección 8, escribí: «No se debe pronunciar ningún nombre de Dios en un lugar impuro».
Por ejemplo, en un lugar sucio, o cuando quien lo pronuncia está impuro o viste de forma inapropiada. Una persona que no está limpia o no lleva ropa no debe usar estos nombres. De igual manera, no se debe jurar usando el nombre de Dios a menos que sea necesario, como en un tribunal, y más aún, nunca se debe jurar en falso.