Haftara – Parashat Vaierá (18 de MarJeshvan 5776 – 31 de Octubre de 2015)
Reyes II (4 , 1-23)
Eliseo y la viuda
1 Y una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo temía al SEÑOR; y ha venido el acreedor a tomar a mis dos hijos para esclavos suyos. 2 Y Eliseo le dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Y ella respondió: Tu sierva no tiene en casa más que una vasija de aceite. 3 Entonces él le dijo: Ve, pide vasijas prestadas por todas partes de todos tus vecinos, vasijas vacías; no pidas pocas. 4 Luego entra y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos y echa el aceite en todas estas vasijas, poniendo aparte las que estén llenas. 5 Y ella se fue de su lado, y cerró la puerta tras sí y de sus hijos; y ellos traían las vasijas y ella echaba el aceite. 6 Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo ella a un hijo suyo: Tráeme otra vasija. Y él le dijo: No hay más vasijas. Y cesó el aceite. 7 Entonces ella fue y se lo contó al hombre de Di-s. Y él le dijo: Ve, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos podéis vivir de lo que quede.
Eliseo y la sunamita
8 Y aconteció que un día pasaba Eliseo por Sunam, donde había una mujer distinguida, y ella le persuadió a que comiera. Y así fue que siempre que pasaba, entraba allí a comer. 9 Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es un hombre santo de Di-s. 10 Te ruego que hagamos un pequeño aposento alto, con paredes, y pongamos allí para él una cama, una mesa, una silla y un candelero; y será que cuando venga a nosotros, se podrá retirar allí. 11 Y aconteció que un día vino él por allí, se retiró al aposento alto y allí se acostó. 12 Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, ella se presentó delante de él. 13 Y él le dijo a Giezi: Dile ahora: “He aquí, te has preocupado por nosotros con todo este cuidado; ¿qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al jefe del ejército? Y ella respondió: Yo vivo en medio de mi pueblo. 14 El entonces dijo: ¿Qué, pues, se puede hacer por ella? Y Giezi respondió: En verdad ella no tiene ningún hijo y su marido es viejo. 15 Y él dijo: Llámala. Cuando él la llamó, ella se detuvo a la entrada. 16 Entonces él le dijo: Por este tiempo, el año que viene, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, hombre de Di-s, no engañes a tu sierva. 17 Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo al año siguiente en el tiempo que Eliseo le había dicho.
18 Y cuando el niño creció, llegó el día en que salió al campo adonde estaba su padre con los segadores, 19 y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. 20 Y tomándolo, lo llevó a su madre, y estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió. 21 Entonces ella subió y lo puso sobre la cama del hombre de Di-s, cerró la puerta detrás de él y salió. 22 Luego llamó a su marido y le dijo: Te ruego que me envíes uno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al hombre de Dios y regrese. 23 Y él dijo: ¿Por qué vas hoy a él? No es luna nueva ni día de reposo. Y ella respondió: Quédate en paz. 24 Entonces ella aparejó la asna y dijo a su criado: Arrea y anda; no detengas el paso por mí a menos que yo te lo diga. 25 Y ella fue y llegó al hombre de Di-s en el monte Carmelo. Y sucedió que cuando el hombre de Di-s la vio a lo lejos, dijo a Giezi su criado: He aquí, allá viene la sunamita. 26 Te ruego que corras ahora a su encuentro y le digas: “¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido? ¿Le va bien al niño? Y ella respondió: Bien. 27 Cuando ella llegó al monte, al hombre de Di-s, se asió de sus pies. Y Giezi se acercó para apartarla, pero el hombre de Di-s dijo: Déjala, porque su alma está angustiada y el SEÑOR me lo ha ocultado y no me lo ha revelado.28 Entonces ella dijo: ¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No dije: “No me engañes?
29 Entonces él dijo a Giezi: Ciñe tus lomos y toma mi báculo en tu mano, y vete; si encuentras a alguno, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas, y pon mi báculo sobre el rostro del niño. 30 Y la madre del niño dijo: Vive el SEÑOR y vive tu alma, que no me apartaré de ti. Entonces él se levantó y la siguió. 31 Y Giezi se adelantó a ellos y puso el báculo sobre el rostro del niño, mas no hubo voz ni reacción. Así que volvió para encontrarlo, y le dijo: El niño no ha despertado. 32 Cuando Eliseo entró en la casa, he aquí, el niño estaba muerto, tendido sobre su cama. 33 Y entrando, cerró la puerta tras ambos y oró al SEÑOR. 34 Entonces subió y se acostó sobre el niño, y puso la boca sobre su boca, los ojos sobre sus ojos y las manos sobre sus manos, y se tendió sobre él; y la carne del niño entró en calor. 35 Entonces Eliseo volvió y caminó por la casa de un lado para otro, y subió y se tendió sobre él; y el niño estornudó siete veces y abrió sus ojos. 36 Y Eliseo llamó a Giezi y le dijo: Llama a la sunamita. Y él la llamó. Y cuando ella vino a Eliseo, él dijo: Toma a tu hijo. 37 Entonces ella entró, cayó a sus pies y se postró en tierra, y tomando a su hijo, salió.